La Muerte del Pequeño Puerto Rico :
Los Jardines de la Ciudad de Nueva York Se Están Eliminando En una Nueva Ola de Desarrollo Urbano

Sarah Ferguson

The Death of Little Puerto Rico - in English

Los volantes estaban pegados a la cerca del jardín como un insulto: "Sea dueño de su propio hogar comenzando por aproximadamente $103,000!" decía en letras prominentes, sobre una imagen computarizada de casitas de ladrillo de cuatro planos, debajo estaba escrito "Del Este Village." Spanglish para "Of the East Village," el nombre que dieron los propietarios a los 98 condominios doble que planeaban construir en el vecindario del Bajo Este de Manhattan, mayormente de bajo ingreso. Mientras que 27 unidades serían construidas sobre lotes vacantes, 71 unidades desplazarían a cuatro jardines comunitarios, incluyendo la serie amplia de lotes al lado de mi edificio retomado en la calle 10 con Avenida B--un jardín afectuosamente llamado por los que lo atendían como el Pequeño Puerto Rico.

"Sarah, Sarah, nos dieron esto, que dices, que es?" decía Lydia Cortés, la reconocida "madre" de nuestro jardín mientras sacudía un rimero de volantes que uno de los agentes de "Del Este" le había entregado.

"Es nuestra alerta de evicción," le dije, mirando sus ojos aturdidos. Cuatro meses antes, en abril de 1997 el consejo municipal votó para entregar nuestro jardín, el Jardín Mural Chico Mendez, y dos lotes menos establecidos en la calle 11 Este, al New York City Housing Partnership (la Sociedad de Viviendas de la Ciudad de Nueva York) un Goliat sin ánimos de lucro que ha sido responsable por prácticamente toda la construcción de viviendas subsidiadas de la ciudad. Pero nadie de la sociedad o del gobierno municipal se había molestado por informar a Lydia y los otros jardineros de sus planes.

Era como si no existiéramos. De hecho, cuando la propuesta de la sociedad se presentó para el voto ante el Consejo Municipal, nuestro jardín y tres otros estaban listados como "lotes vacantes, malgastados." Esto a pesar de que la gente en el Pequeño Puerto Rico atendían sus lotes desde hacía más de 10 años.

El descuido es tristemente típico de la administración de Giuliani, para quién los jardines son "puestos intermediarios", guarda-espacios para un futuro desarrollo. En contraste de otras ciudades, como Boston, Philadelphia y Chicago, donde oficiales de la ciudad son activos en mantener espacios verdes dentro del diseño urbano, en Nueva York, Giuliani le ha declarado guerra a la jardinería comunitaria. Mientras 60 de los 700 o más jardines que permanecen han obtenido estatus permanente, la gran mayoría están a disposición, y la ciudad ha acelarado sus esfuerzos en privatizar casi todas la tierras "vacantes" que pertenecen a la ciudad.

En solo el último año mas de 100 jardines comunitarios se perdieron a los empresarios. Sesenta-un jardines fueron arrasados o están en lista para demoler; otros 41 están listados para viviendas o desarrollo comercial. Mientras este libro va a la imprenta, otros 115 jardines van a ser vendidos en subasta en mayo, y muchos más pueden entrar en subasta poco tiempo después, me baso en las proyecciones de ventas contenidas en un reporte administrativo. La batalla por espacios verdes está vigente, y el destino de estos oasis creados por la comunidad puede afectar contundentemente el panorama físico y social de esta ciudad.

Nacidos en la ruina
Como los 50 jardines comunitarios que permanecen en el Bajo Este, El Pequeño Puerto Rico nació de las bajadas económicas y la consecuente crisis fiscal de los años 70 (vea el siguiente ensayo). Olas de desinversión, incendios provocados y abandono bajó grandes expanzas de hogares en lo que era un tugurio, esto dejó unos 500 lotes vacantes. En la Calle 10 Este, las viviendas administradas bajo las leyes viejas al lado de mi casa fue demolida en 1977. En los 80 se volvieron el dominio de un hombre desalojado llamado Jorge, quien vivía en un tractor que dejaron atrás el grupo de demolición. Él manejaba el lugar como si fuera su mercado privado de segunda mano, acumuló una gran cantidad de sanitarios rotos, puertas, ventanas, chasis de carro, muebles viejos que habían descartado en las calles minadas.

En ese tiempo la "Ciudad Alfabeto", como se conocían las calles al este de la Avenida A, todavía padecía con la heroína y la epidemia de crack que emergía, los esqueletos de carros en los lotes eran convenientes para guardar drogas y chuzarse. Unas puertas abajo, una mujer empresarial Dominicana manejaba una operación llamada heroína "Puerta Negra." Decían que cuando sus empleados la traicionaban ella los mandaba a matar, frecuentemente disponiendo de los cadáveres en el lote. "En la noche se podía oír la balacera de tratos que anduvieron mal, y en al menos cinco ocasiones puedo recordar mirar afuera de mi ventana y ver sacos de cadáveres rodeados por policías," recuerda Judy Silberstein, quien se mudó a la pequeña casa de coches detrás de mi vivienda en 1983. "Una vez tuve la policía en mi casa investigando una bala suelta que entró por la ventana de mi segundo piso y quedó forjada a mi pared. Otra vez, un huésped de afuera de la ciudad comentó en los muchos gatos sueltos que veía por mi ventana de noche. Esas eran ratas, no gatos."

En la primavera de 1987, después de que murió Jorge, Silberstein y otros residentes del bloque decidieron tomar control de los lotes. La convivencia no fue fácil al principio. Después de abrir un espacio y sembrar varias secciones de tomates y pimientos (la tierra en el lote estaba contaminada de metales y plomo), Silberstein dice que fue enfrentada por varios hombres latinos que empezaron a aplicar concreto para armar un garaje para reparar autos. "Furiosa, empecé a hablar en mi español quebrado explicándoles la necesidad de limpiar los lotes para los niños. Saqué mis dos billetes de $20, el dinero para mis compras, y les dije, 'les daré $40 para esta tierra para volverla un jardín!'" Ella dijo que los hombres arrastraron los pies pero no se movieron. Luego Don García, un señor mayor Puertorriqueño, y reconocido maestro jardinero en Loisaida (el Bajo Este de Manhattan) vino a su lado y acertó con ella. Los hombres se echaron atrás, y en vez ellos y otras familias se unieron para construir un jardín.

"Alquilamos un camión para llevarnos los carros abandonados y un amigo que trabajaba para el departamento de aseo se prestó para conseguir que los camiones recogieran la basura de la calle, aunque no estaban supuestos a hacerlo," reportó Lydia Cortes, una madre Puertorriqueña de cinco niños que vive en un alojamiento subsidiado aquí bajando la cuadra. Habían bloques de cemento el tamaño de peñones y montones de jeringuillas que se quebraban bajo los pies. Bernardo Vargas, otro jardinero, estimó que excavaron suficiente basura para llenar una docena de basureros. Hubieron también batallas de bates y azadones para espantar a los drogadictos y vendedores que frecuentaban el lugar. En el otoño de 1987, ellos lograron lo que la Operación Punto de Presión del Departamento de Policías de la Ciudad no pudo; despojaron el lote de drogas.

Como es típico de los jardines latinos, construyeron una casita en el centro del lote y recogieron ladrillos de la calle para hacer un caminito desde la calle. En el otro lado sembraron tomates, repollo, frijoles, ajo, y cilantro. Al lado de la casita erigieron un templo a Santa Clara en una loma de menta y arbusto de rosa, cerca de la calle excavaron un estanque de peces que adornaron con una variedad de iconos --El Buda, La Virgen María, una estatua Indígena Americana, y una deidad Africana--todos recogidos de la calle. Luego, una segunda casita fue añadida atrás, mientras García y los otros empezaron a limpiar los lotes que permanecían en la calle 11 para cultivar.

Desde el principio los jardineros eran un conjunto mezclado--blancos de mi vivienda, Puertorriqueños, Dominicanos, Polacos, y Colombianos--que reflejaba el carácter multicultural del vecindario. En cambio a muchos jardines comunitarios, establecidos por activistas verdes y manejado por consenso, el mando del Pequeño Puerto Rico permaneció mayormente tribal (i.e. por línea familiar). Las llaves de la puerta principal las mantenía Lydia, quien presidía sobre la casita central, y su esposo Isais, quien arreglaba carros y maquinas de lavar en el espacio de atrás, y José, el superintendente de la calle de adelante. La gente de mi edificio (quienes tenían acceso al jardín por nuestro patio) y las viviendas que circundaban establecieron lotes basándose en que el primero que llegue es el primer servido. García era nuestro consejero espiritual, enseñando a los nuevos en técnicas de cultivo mientras mantenía la paz. Pero por lo normal, todas la decisiones de la disposición del jardín para eventos y fiestas pasaban por Lydia e Isais. Ellos colgaron un letrero de plexiglás pintado a mano que declaraba el lote "El Jardín de La 10" [en español], pero Lydia y los otros solían llamarlo el Pequeño Puerto Rico porque les hacía recordar a casa.

No cabe duda que el jardín tuvo un profundo impacto en el bloque. Personas de la comunidad ahí celebraban bodas, tenían servicios funerarios, bautismos, reuniones semanales de oración, fiestas de bloque y cumpleaños para niños cuyos padres no tenían dinero para alquilar una sala para el evento. Por varios años Hector, un heredado Colombiano, organizaba presentaciones semanales de películas internacionales en español y del oeste que proyectaba en el muro del edificio lindante. En las fiestas de navidad el patio se alumbraba de luces y decoraciones, y cada Halloween, Lydia y las otras madres transformaban la casita en una fiesta elaborada de casa espantada, regalando dulces a cientos de niños del vecindario.

Silberstein y otros jardineros fueron pasándose del cultivo de vegetales al cultivo de plantas más elaboradas. Desde la cerca de nuestro patio había vid de uva, que se extendía a un camino curvo cubierto en lilas, fox glove, black-eyed susan anémonas Japonesas, hostas, hydrangea, milhojas y salvia Rusa. Vid de madre selva y dondiego devoraban los compartimentos, malva loca crecía silvestre por la cerca, las plantas mullein parecían pequeños árboles. Yo sembré allí cerca un jardín memorial de flores a mi viejo gato que se regó sobre hileras de berenjena, arrúgala, calabaza, lavanda y hierbas, y un parche de fresas que fueron inevitablemente comidas por los niños, así como los pollos y conejos que Lydia e Isais a veces mantenían en el patio. Por la mañana yo desayunaba con tomates que maduraban sobre los vid y me maravillaba el zumbido de las abejas y los grillos, posados contra el temblor de los martinetes y taladros de construcciones vecinas.

"Tierra Marchita"
Siempre supimos que estábamos cultivando en tiempo prestado. En septiembre de 1987, nuestros lotes estaban en lista para construir en ellos viviendas a costo de mercado bajo un acuerdo, hecho entre la ciudad y la junta comunitaria local, conocido como el Plan Transversal de Subsidio (Cross-Subsidy Plan). Bajo este plan, la ciudad se comprometió a rehabilitar edificios vacantes pertenecientes a la ciudad para viviendas de costo bajo y moderado, a cambio por el derecho de vender un número equivalente de lotes vacantes a empresarios para viviendas a precio de mercado. Pero los planes de vivienda a precio de mercado se paralizaron después de la caída de la bolsa de valores en 1987, y en los años de intermedio nuestro jardín, como muchos en el bajo éste de Manhattan, floreció dentro de un limbo legal.

Tres veces Lydia aplicó por un contrato anual para el programa Operación Pulgar Verde de la ciudad, y en 1996 su aplicación fue aprobada, solo para ser negada varias semanas después cuando la burocracia de viviendas de la ciudad declaró que tenía planes inminentes para el lote. Así que el Pequeño Puerto Rico nunca fue un jardín "real." Éramos tomadores, sin derechos a la tierra, aparte de la virtud que nos llevó a limpiar estos lotes abandonados.

La primera seña de que nuestro pastoral urbano estaba llegando a su fin fue en enero de 1997, cuando un grupo de exploración abrió la cerca metálica y colocó un taladro aparejador en medio del patio para probar la tierra y el índice de agua. A ese punto, preocupada de como la nueva construcción impactaría mi edificio viejo, me comuniqué con la Junta Comunitaria, y me informaron de que los lotes jardines fueron entregados a la Sociedad de Viviendas de la Ciudad de Nueva York.

De hecho, los lotes no fueron cedidos a la Sociedad hasta cinco meses después, cuando el Alcalde firmó el trato de Junio de 1997. Si hubiéramos estado informados por lo menos hubiéramos podido presentar nuestro caso ante el Consejo Municipal, quien está requerido a sostener audiencias públicas antes de disponer de propiedades que pertenecen a la ciudad. En cambio, cuando nuestro jardín y los otros en la calle once se presentaron para el voto, fueron inscritos como "lotes vacantes", "lotes marchitos", hecho que permitió que la ciudad transfiriera las tierras a la Sociedad bajo un proceso de aprobación acelerado llamado UDAAP (Programa de Área de Acción de Desarrollo Urbano) con poca intervención pública y ninguna asesoría ambientalista.

Como fue creado para facilitar la limpieza de los tugurios, el idioma de los estatutos del UDAAP se vuelve absurdo cuando se aplica a los jardines comunitarios. Según las leyes Municipales Generales de la ciudad las propiedades elegibles para el UDAAP son definidas como "tugurios o zonas marchitas...La existencia de tales áreas constituye una amenaza seria y creciente, y es injuriosa a la seguridad pública, la salud, la moral y el bienestar, contribuye al crecimiento y la dispersión del crimen, delincuencia juvenil y enfermedad, crea la necesidad de gastos desproporcionados de fondos públicos para todo tipo de servicios públicos y mantenimiento, y constituye una fuerza negativa a las propiedades lindantes, debilitando su salud económica y su estabilidad, por ende amenazando la fuente de asesoría pública." (2)

Si hubiera sido solamente mi jardín quizás estuviera mas dispuesta a aceptar la situación. (El Pequeño Puerto Rico ocupaba una extensión tan amplia de tierra que era inevitable que la ciudad buscara recuperar parte de ella.) Pero, como pronto descubrí, docenas de jardines en Harlem, Brooklyn, y el Bronx fueron desechados como "lotes vacantes", con miembros del Consejo por lo normal ignorantes de lo que sucedía en las tierras sobre las cuales ellos votaban. Como el Pequeño Puerto Rico y el Jardín Mendez, la mayoría de los jardines iban a ser arrasados para construir viviendas de ingresos moderados o de clase media, construidas por medio del programa Nuevas Viviendas de la Sociedad. En Harlem, las viviendas de la Sociedad iban a reemplazar nueve jardines, en bloques regados de lotes vacantes y edificios abandonados.

Y esto era solo el comienzo. En el otoño de 1996, el Departamento de Viviendas de la ciudad, el departamento de Preservación y Desarrollo (HPD), admitió planes para desarrollar la mitad de los mas de 800 jardines, que entonces florecían en lotes poseídos por la ciudad, en los próximos cinco años. Mientras que los jardineros y los trabajadores en apoyo a espacios abiertos gritaban "falta", la administración justificaba sus pólizas con la necesidad de crear viviendas "económicas." El deseo por espacios verdes, decían los oficiales de la ciudad, no se comparaba a la gran crisis de viviendas de la ciudad de Nueva York. Estos jardines, decían, surgieron cuando viviendas de bajo ingreso fueron demolidas. No tenía sentido, ahora que la economía y el mercado de bienes raíces estaban más fluidos, tratar de reemplazar las viviendas que se habían perdido? "Recordemos," escribió Richard T. Roberts, el Comisionado del HPD en un editorial para el Daily News, "que el enfoque de estas iniciativas de vivienda es de rescatar los vecindarios sanos, no de tierras vírgenes o parques existentes, pero de un ciclo de deterioro."(3)

En otras palabras , los jardines eran visto como una reliquia de la crisis fiscal de la ciudad. Estos nuevos proyectos de viviendas y proyectos comerciales habian de ser visto como señales de progreso, una manera de levantar vecindarios de bajo ingreso de la pobreza y mejorar su economía. "Sacrificaremos los jardines para construir viviendas?" preguntaba retóricamente la vice-alcalde Fran Reiter en el New York Times. "Por supuesto que sí...el asunto principal es que vamos a construir donde podamos y cuantas veces podamos."

Rasuramiento Cultural
Por supuesto, muchos esclarecieron que el modelo de viviendas de baja densidad, el estilo suburbano de la Sociedad, no era verdaderamente económico cuando se considera los vecindarios donde se construyen estas casas. Con precios entre $117,000 y $234,000, estas cooperativas y condominios supuestamente están destinadas para nuevos dueños de casa con ingresos entre $32,000 y $71,000. Pero visto desde cerca el contrato de venta del proyecto Del Este del Bajo Este de Manhattan revelaba que los compradores tenían que tener ingresos de por lo menos $43,000 para calificar para una hipoteca. Eso es más del doble del ingreso mediano de una a familia de la zona, $20,000.

Otros en el Bajo Este preguntaban sobre la lógica de construir casas de cuatro planos, con entradas privadas y patios de 30-pies de grande, en un vecindario compuesto mayormente de edificios residenciales de cinco y seis planos. Si la ciudad y la Sociedad estuviesen verdaderamente preocupados por la crisis de viviendas porqué no construir estructuras más altas y más densas mientras se conserva espacios comunitarios? Estas nociones de planeación creativa fueron ignoradas por la Administración. Cuando en una audiencia pública se preguntó porqué no se incorporaban jardines dentro de los planes de la Sociedad, la vice-comisionada del HPD, Mary Bolton, respondió que el concepto de "espacios abiertos es inconsistente con la posesión de hogar."

El ataque contra los jardines llegó en un momento que la ciudad estaba buscando poner en subasta dos centros comunitarios latinos en el Bajo Este, Charas en la calle Nueve y el Clemente Soto Velez en la calle Suffolk. Estaban desalojando los ocupas en evicciones de método militar, mientras que los apartamentos de la autoridad de viviendas se mantenían sin uso en los proyectos vecinos cerca de la circunvalar FDR. Las casas Del Este, en nuestra opinión, solo aceleraría el impulso de gentrificación del vecindario, prácticamente reemplazando una clase de gente por otra.

Trabajando con los jardineros de Méndez y activistas de La Coalición de Preservación de Jardines de Nueva York, nosotros organizamos manifestaciones y ruedas de prensa para acusar a la ciudad de "recortes culturales." Yo usé el término de discriminación racial, y traje al Reverendo Sharpton y el consejero de Harlem, Adam Clayton Power, Jr., al "Pequeño Puerto Rico" para que posaran delante de las cámaras de televisión. La gente de mi jardín tomaron parte, pero con cierta reticencia. En contraste a la gente de los "guerreros" de Chico Méndez --poetas y activistas educados que les encantaba la atención de los medios--muchos de los jardineros del Pequeño Puerto Rico temían perder sus beneficios públicos o meter en riesgo su ciudadanía.

Mis amigos me decían que estaba loca, en duelo con molinos. Nosotros no solo estábamos retando la alcaldía, estábamos retando a la Sociedad, la creación de David Rockefeller, cuya junta directiva parece el who's who de los líderes de bienes Raíces y finanzas en Nueva York. La junta comunitaria local había apoyado el proyecto Del Este, convencidos de que las nuevas viviendas de clase media ayudarían a "estabilizar" la comunidad. El trato estaba hecho, porqué pelearlo? Muchos de los grupos ambientalistas establecidos también se resistían a unirse a la lucha, temerosos, parecía, que un frente agresivo entre todos los jardines debilitaría su relación con la alcaldía. Mientras que el grupo NYC Jardín Comunitario comenzó a movilizar a gente de los espacios bajo riesgo a que asistieran a manifestaciones y audiencias de consejo, muchos de los defensores estaban ayudando al Pulgar Verde a armar una lista de categorías de cuales lotes se deberían salvar y cuales eran prescindibles.

En Septiembre de 1997, después de varios meses de buscar un abogado que tomara el caso pro bono, los jardineros del Pequeño Puerto Rico y Méndez se unieron con los nueve jardines de Harlem para presentar una demanda contra la ciudad y la Sociedad de Viviendas de La Ciudad de Nueva York. En nuestra demanda nos opusimos no solo a la venta de nuestros jardines pero también a los aproximadamente 400 otros que la Administración tenía en la mira para el desarrollo. En adelantar la construcción de estos lotes, decíamos, la ciudad nos negó nuestro derecho a una aprobación pública, y se negó a investigar el impacto colectivo que la pérdida de estos espacios abiertos causaría, como mandan los estatutos ambientales del estado.

Desafortunadamente, la Corte Suprema del estado no lo vio así. Como jardineros, dijo el juez, nos faltaba el apoyo legislativo para retar los planes de la ciudad porque no éramos los propietarios de esos lotes ni teníamos contratos extensos sobre ellos. Aparentemente, el solo hecho de ser ciudadanos activos no bastaba. El 30 de diciembre, 1997, El Pequeño Puerto Rico, Chico Méndez, y los otros lotes el Este 11 fueron finalmente arrasados.

Privatizando la Tierra
Aunque perdimos nuestros jardines, la lucha llamó la atención de los medios comunicativos y obligó a los políticos locales a que defendieran los espacios verdes de sus distritos. Logramos también inspirar un espíritu militante de actividad verde en la ciudad, con centros como la Colectiva del Bajo Este (LESC) organizando "fax jams" y manifestaciones. En la segunda inauguración del Alcalde Giuliani en enero de 1998, activistas de los jardines fueron el único grupo que logró infiltrar la ceremonia. En julio de 1998 soltaron miles de grillos para interrumpir la subasta de Charas y de varios jardines "Casitas" en el Bajo Este. Las protestas han podido atemorizar la Sociedad de Viviendas de La Ciudad de Nueva York, que echó atrás sus planes de seguir construyendo sobre más lotes en el Bajo Este, pero esto sólo reforzó el empeño del Alcalde.

En abril de 1998 la oficina del Alcalde trasfirió unilateralmente casi todos de los que entonces eran 741 jardines Pulgar Verde del departamento de parques a la Unidad de Capital y Ventas del Departamento de Preservación de Viviendas (HPD). Aunque solo fuera una maniobra burocrática, la trasferencia de los restantes espacios verdes al HPD indicaba que casi todos los jardines de la ciudad estarían a disposición. La magnitud de la agenda de privatización de Giuliani fue aparente solo el pasado enero, cuando grupos de ambientalistas descubrieron, por medio de dilataciones departamentales, que 115 jardines Pulgar Verde habían sido incluidos en la lista de 385 parcelas de tierra que estarán puestas en subasta en mayo. Entre esas hay jardines que existen por mas de 20 años --tales como Parque de Tranquilidad y Jardín de Todos Los Pueblos en el Bajo Este, y el Jardín de Edén, cuyo papel en la resurrección de un bloque problemático en Jamaica, Queens, fue elogiado en un artículo de 1996 en la revista National Geographic, que celebraba el 25 aniversario del Día de La Tierra.

Esta vez, la Administración no ha hecho esfuerzo para posicionar los jardines contra la necesidad de viviendas económicas. Los jardines serán vendidos al más alto licitador. "Es como Robin Hood en reversa," dijo un jardinero de Harlem en una declaración ante oficiales municipales. La acción sorprendió a los trabajadores de Pulgar Verde y a los grupos ambientalistas sin ánimo de lucro, quienes han gastado miles de dólares en entrenamiento y materiales para ayudar a establecer muchos de los oasis urbanos que ahora están en venta. "En el pasado siempre había un entendimiento de que ningún jardín que era usado activamente y bien cuidado sería puesto en venta en una subasta sin restricción," notó la antigua directora de Pulgar Verde, Jane Weisman, quien se retiró el otoño pasado. "Perdimos algunos jardines en ventas restringidas--para construir, por ejemplo, un centro comunitario de salud o una vivienda subsidiada--pero nunca fueron puestas a licitación abierta."

El plan también ha disgustado oficiales elegidos. "Ellos dijeron que estos lotes eran para viviendas, y es una mentira," dijo, Fernando Ferrer, el Presidente del Condado de Bronx, que tiene 19 jardines en la lista. "Lo que tienen es una venta de postres."(4) Ferrer y otros han señalado que muchos de los jardines existen en lotes pequeños o de dimensión inusual que escasamente podrían ser usados para estacionamientos de carro. Hasta los normalmente ecuánime editorialistas del New York Times dijeron que la perspectiva de arrasar jardines que están en buen uso era "un acto de violencia de vecindario." (5)

Por su parte Giuliani ha mostrado solo desprecio por la causa de los jardineros. "Esta es una economía de mercado libre--bienvenidos a la era post-comunista," dijo en una rueda de prensa el 11 de enero. Y el Alcalde fue mas allá, sugiriendo que cualquier oposición a las ventas solo desmejoraría el futuro del programa Pulgar Verde de la ciudad: "yo pienso que las personas que están interesadas en estos jardines van a arruinar este programa por renegarse al trato, y eventualmente los políticos no prestaran estás propiedades de forma temporal...Es así, cuando la gente hace un trato, y se dan la mano, ambos tienen que cumplir el trato."(6)

De hecho, muchos en Nueva York creen que es el Alcalde quien se reniega en su obligación de representar las necesidades de sus constituyentes , mientras se mantiene ciego al verdadero valor- tanto social como económico--que los jardines han dado a la Manzana Grande. Los 700 jardines de hoy ocupan prácticamente doscientas acres de espacio verde abierto--un área cuatro veces el tamaño del Jardín Botánico de Brooklyn, que mide 52 acres. Ellos sirven a aproximadamente 20,000 jardineros, quienes han contribuido millones de dólares en materiales y sudor para embellecer sus bloques, con poca o ninguna asistencia de la ciudad. Sin embargo, estos 700 jardines representan nada mas una décima parte de los 11,000 lotes vacantes que están en los inventarios de venta de la ciudad.

"Aun desde la perspectiva mercantil, esta práctica no tiene sentido, porque todos sabemos que el valor de las propiedades ascienden en comunidades que tienen jardines bien cuidados," dice Peter Marcuse, director del departamento de planeación urbana en la Universidad de Columbia. "No tiene sentido vender los jardines antes de que se construya en las propiedades lindantes." De hecho, en vecindarios menos ambicionados, en las afueras de Manhattan, muchos de los jardines en subasta podrían permanecer vacantes por varios años. Según un reporte reciente del Presidente del Condado de Brooklyn, Howard Golden, muchos lotes de Brooklyn que se vendieron en subastas previas han permanecido basureros por años.

El valor de estos espacios verdes es mas aparente cuando se considera que Nueva York tiene menos espacios abiertos per capita que cualquier otra ciudad en el país. La mayoría de las 59 juntas comunitarias están debajo de la norma de espacios abiertos de 2.5 acres mínimo por cada 1,000 residentes. El Bajo Este, por ejemplo, tiene .7 acres de espacio por cada 1,000. En cambio Boston tiene 4 acres por cada 1,000, y Filadelfia tiene mas de seis.

La amenaza a los jardines es una derrota fundamental en el movimiento de los espacios abiertos, el cual ha sido una de las fuerzas principales en la jardinería urbana en América. También atranca la práctica creciente de la creación de "ciudades habitables" que ahora adelantan ecologistas y planeadores urbanos. En un momento en que el vicepresidente Gore ha propuesto proporcionar miles de millones en dineros provenientes de bonos hacia espacios verdes en ciudades y suburbios, porque es que el Alcalde Giuliani está tan empeñado en demoler los jardines de Nueva York?

Algunos dicen que es venganza contra los jardineros que se han atrevido a protestar contra la agenda de desarrollo de Giuliani, como los anarquistas y los squatter quienes en un tiempo, según algunos oficiales de la ciudad, dañaron el valor de las propiedades del Bajo Este. Desde esta perspectiva, los jardines son un ejemplo del control comunitario y, por ende, el contrario de un mando de la cabeza hacia abajo, como el que practica Giuliani. "Los jardines son vehículos de apoderamiento social, y la gente apoderada da miedo a esta Administración. Que mejor manera de humillar a la gente que arrebatarles estos jardines. Yo pienso que es malo, vengativo y malicioso," dice un defensor del verdor y anterior analista de la alcaldía.

Aunque sería equivocado menos-estimar la capacidad de mala gana de este Alcalde, la realidad es que los jardines son víctimas de una economía burbuja que ha inflado enormemente los precios de bienes raíces en Nueva York. Expertos en uso de tierras estiman que 115 lotes que están ahora en subasta pueden ganar por lo menos $7 millones, parte de cientos de millones de dólares que la ciudad espera recaudar de la venta de propiedades municipales antes del fin de la década.(7) Desde una perspectiva de presupuesto de término corto tiene sentido vender cuanta tierra posible, antes de que el fervor milenario menosprecie la bolsa de valores por temores relacionados a la tecnología del año 2000. No solo obtiene la ciudad una gran ganancia pero la tierra puede empezar a generar impuestos. Que estas parcelas contengan flores y vegetales es de poca importancia, especialmente para un Alcalde que busca equilibrar el presupuesto y reducir el margen de deudas de la ciudad para preparar su campaña por un puesto superior. La nueva construcción beneficia la economía, provee trabajos, y por supuesto, genera contribuciones a las campañas de parte de los empresarios. No importa que fueron los mismos jardines quienes ayudaron a disminuir el descenso de los vecindarios de bajo ingreso y alzaron el valor de las propiedades, abriendo el camino para nueva construcción y renovado interés de mercado. Lo principal es vender, vender, vender.

Una dinámica parecida ocurre en Berlín y Londres, por ejemplo, donde presiones por tierras amenazan granjas comunitarias y parcelas jardines. Como en estas ciudades que se desarrollan velozmente, los jardines de Nueva York están envueltos en una batalla más grande que pone los beneficios intangibles, sociales y ambientales, de los espacios abiertos contra calculaciones numéricas de desarrollo económico. Cómo soluciona uno la necesidad de jardines comunitarios en una ciudad que se globaliza tan rápidamente como Nueva York, con una población de 8 millones que están confinados (con la excepción del Bronx) a espacios limitados. Que significan árboles y girasoles en la balanza contra los bienes raíces, los bancos, las industrias de tecnología compitiendo para hacer de la Manzana Grande el motor económico del mundo?

Desarraigar el Pasado
Estas fueron las preguntas que busqué resolver en la lucha para salvar al Pequeño Puerto Rico y los pequeños oasis de mi vecindad. Cuando primero me uní a la lucha en 1997, me refería irónicamente a la batalla como la Cruzada Nostálgica de Loisaida. Cruzada Nostalgica, porque sabía que estaba luchando por un pasado que de cierta manera se había contraído en el realpolitik de Nueva York.

Como las docenas de squats restantes de la ciudad mi jardín era un anacronismo--un lugar donde hombres pobres limpiaban refrigeradores viejos, luego se reunían de noche a tocar congas y beber Budweiser y guapa caribeña. Todavía recuerdo un día lluvioso cuando el antiguo consejero Tom Duane, un político que había defendido la causa de los jardines en la Alcaldía, llegó a hacer una gira por el lugar. En el frente encontró un señor mayor que llamábamos Chicklet limpiando una pila de melo, kingfish, que había traído al patio en de un coche de compras. Duane arrugó la nariz cuando pasábamos el camino de lodo, pasamos una máquina Packman de video que los niños habían traído de la calle y un hydro-avion que el "primo de Miami" de alguien tenía guardado atrás en el patio temporalmente. Su gesto tornó amargo hasta que lo llevé al jardín Mendez donde el gazebo y las parcelas de rosa parecían mejorar sus expectativas bajadas.

Así como se gentrifica un vecindario ocurre con los jardines. El pequeño número de jardines comunitarios en el Bajo Este que han obtenido estatus permanente con el Departamento de Parques lo han logrado porque tienen siembras excepcionales, así como miembros muy motivados capaces de escribir propuestas para becas , hacer lobby a los políticos, y tener eventos de poesía y música para comprobar su valor a la comunidad. No basta con solo cultivar los lotes. Lo que no se ve, por supuesto, son esos lotes humildes tendidos por gente pobre para quien la jardinería no es un pasatiempos pero uno de los pocos refugios que les queda. No es sorprendente que las Casitas del vecindario han sido los primeros en desalojar.

La más reciente agresión de Giuliani ha cambiado eso. En atacar hasta los mas elogiados y bien establecidos lotes él ha ayudado a unir los jardineros y los grupos ambientalistas sin ánimos de lucro en la lucha contra el asalto a tierras comunitarias. Cientos de jardines se presentaron a las audiencias perfunctorias que debe tener la ciudad antes de vender propiedad pública. En la última audiencia el 24 de febrero, 30 jardineros y defensores fueron arrestados cuando se les impidió protestar la subasta en las escalas de la Alcaldía. Mientras tanto, consejeros de Brooklyn y el Bronx han presentado legislación para imponer un moratorio en las ventas de jardines Pulgar Verde. Sin embargo, porque limita el poder del Alcalde, un moratorio debe ser aprobado por los votantes como una enmienda a los estatutos de la ciudad en las próximas elecciones en Noviembre, demasiado tarde para impedir la subasta que ocurre ahora.

Otra legislación se persigue en la legislatura estatal para obligar a la ciudad a preservar jardines de acuerdo al Plan Estatal de Espacios Abiertos. Un proyecto de ley, escrito por el Senador Estatal, John Sampson, hace un llamado a que los jardines sean protegidos como tierras de parque y prohíbe su venta sin la aprobación de la junta comunitaria. Otro proyecto de ley, patrocinado por el Senador de Brooklyn, Velmanette Montgomery, permitiría que organizaciones sin ánimos de lucro compren jardines utilizando dinero estatal del acto de bonos ambientales. Otros proyectos han sido presentados en la Asamblea Estatal. Desafortunadamente, es probable que ninguno de estos proyectos sean aprobados a tiempo para rescatar los jardines que están a punto de ser vendidos. "No veo mucho que pueda hacer alguna diferencia, excepto por medio de presión política," notó Andy Stone del Crédito Para Tierras Públicas. En el momento que este libro llega a la imprenta, los jardineros y sus defensores están movilizando un acto masivo de desobediencia civil en un seminario pre-subasta, que la ciudad tendrá el 5 de Mayo.

Si es que esta acumulación de oposición obligará a que el Alcalde retroceda en sus planes, es difícil predecir. Pero de mínimo debe abrir los ojos de la gente al silencioso pero fundamental papel que los jardines hacen en humanizar una ciudad sobrepoblada de extranjeros. Más que espacios verdes, los jardines de Nueva York son microcosmos de la democracia donde la gente establece un sentimiento de comunidad y vínculo con la tierra. Como los altares antiguos que construyen entre las flores, estos refugios eclécticos son de una manera muy real iglesias donde la gente encuentra fé--tanto en ellos mismos como en sus vecinos. Cuando me mudé a mi edificio en 1994 no me gustaban las noches y madrugadas de salsa y merengue que mis vecinos Dominicanos y Puertorriqueños tocaban alto en la puerta. Pero después de un verano de sembrar con ellos llegue a quererlos como mi familia extendida.

Ahora la cohesión de la vecindad se desvanece, perdida entre la infusión interminable de Europeos ricos, cinematógrafos y estudiantes jóvenes atraídos al Bajo Este cómo un entretenido lugar de bares y restaurantes chic. Después de que nos quitaran nuestro jardín algunos de los jardineros del Pequeño Puerto Rico limpiaron un pequeño lote al bajar la calle, donde armaron una mesa para jugar dominos y un aparato par reparar carros (era demasiado oscuro y malgastado para cultivar). Pocos meses después ese lote también fue vendido a un empresario. Otro squat a la vuelta está a punto de ser desalojado. Charas, el centro comunitario al subir la cuadra está colgando por un hilo. Mientras tanto la cerca de nuestro anterior jardín está cubierta en mas afiches, estos promoviendo jeans Gap y tarjetas American Express y hasta el nuevo logo de MTV. Afiches parecidos aparecen en plantas de construcción por todo el vecindario, reemplazando las pancartas fotocopiadas para grupos Punk, lecturas de poesía y manifestaciones que en un tiempo empapelaba el panorama en una corriente de capas múltiples de disensión. Para mí, estas propagandas corporativas simbolizan la próxima ola de privatización, donde el Village del Este hace la transición de un lugar donde la gente hacía cultura, a uno donde la cultura se consume.

Notas:
1. Según el Pulgar Verde (Green Thumb), desde 1999, hay 697 jardines con licencia del programa Pulgar Verde, y quizás dos docenas mas operando sin estatus oficial. Unos 55 jardines han sido designado parques o están en proceso de ser trasferidos al Departamento de Parques para preservación de larga duración. Cinco jardines han sido incorporados como Tierras Bajo Custodia.

2. Ley Municipal General de la Ciudad de Nueva York, sección 691.

3. Richard T. Roberts, "Why We Must Build on Open Spaces," Daily News, Sept. 2, 1997.

4. Anne Raver, "Houses Before Gardens, The City Decides," New York Times, Jan. 1, 1997.

5. "Bulldozing Eden," New York Times, Jan 14, 1999.

6. Robert Polner, " Rudy: Sales Will Go On," Newsday, Jan. 12, 1999.

7. David Lefer, " Gardens Flap Growing," Daily News, Feb. 21, 1999 and Douglas Feiden, " Prime Real Estate Is Up for Grabs," Daily News, Oct. 26, 1998.

Originally published in Avant Gardening,Autonomedia 1999.